Recomendaciones científicas febrero 2015

El segundo mes del año se ha llenado de agradables noticias y evidencia científica de varios temas que han inquietado a los psicólogos durante años, y ahora gracias a la sinergia entre disciplinas podemos comenzar a dar respuestas mucho más cabales alejadas de intrincadas y esotéricas conjeturas interpretativas.
Comencemos con el artículo publicado en el boletín Social cognitive and Affective Neuroscience donde con técnicas probadas de electroencefalografía, no se encontró evidencia de que existan en el cerebro circuitos que reconozcan las famosas “emociones básicas” de Eckman. Este estudio se suma a la larga lista de investigaciones que poco a poco han fracasado en respaldar la otrora fuerte teoría de las emociones básicas a favor de teorías más modernas como el modelo circunflejo de Russell y el todavía más reciente modelo de acto-conceptual.
Por supuesto, y sumándonos a la larga lista de impresiones de la versión cinematográfica de 50 Sombras de Grey, no podíamos obviar el artículo de The Lancet Psychiatry donde hacen una revisión seria sobre las actividades BDSM (Bondage and Disciline, Dominance and Submission, Sadism and Masochism) también conocidas como S&M o Sado-Maso en castellano, retratadas en la película. No es de sorprender que la nota califique de desinformante, ficticia y ajena a la realidad de las personas involucradas en la cultura BDSM. La autora invita a reflexionar cómo una mala película de un libro poco meritorio, representa además una amenaza sanitaria.
Finalmente y con gran provocación, Cooper et. al. publicaron en el boletín Behaviour Research and Therapy de Elsevier, un artículo donde se describe el desarrollo de una escala en línea para evaluar la competencia de los psicoterapeutas, especialmente respecto a procedimientos y técnicas cognitivo conductuales. El artículo denuncia tajantemente la deliberada exclusión de la formación psicoterapéutica en la literatura científica, y la falta de métodos y herramientas para medirla. Ello nos recordó en famoso experimento donde en un grupo acudieron pacientes con un psicoterapeuta “experimentado”, y en otro grupo los pacientes recibieron “tratamiento” de un actor personificando a un psicoterapeuta. El análisis estadístico reveló que los pacientes que habían acudido con el actor habían reportado una mejoría mucho mayor que la del terapeuta real.
Esperamos que estas recomendaciones sean de utilidad para nuestros colegas en su práctica cotidiana.
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